Este es un libro que vale cada minuto invertido si están interesados en una perspectiva que va mas allá de los datos y es llevada hasta lo historico, como este pueblo mismo.

Los invito a leer:
UNA CIUDAD HECHA DE MAR.
De: Hipólito Rodríguez.

Esta obra habla sobre la investigación de Fernard Braudel en el Mediterráneo, en la que indica que, a pesar de la Colonia, la Guerra de Independencia, las cuatro invasiones extranjeras, la Revolución y la Posmodernidad, el factor fundamental en el diseño y construcción del puerto de Veracruz es la geografía.

El andar de la “Ciudad vagabunda” no era sólo la búsqueda de una mejor tierra para sobrevivir, sino una férrea lucha entre los poderes coloniales por controlar el comercio. Por un lado, el vómito negro, la insalubridad y la fragilidad de la vida acabaron por romper el modelo prehispánico para abrir paso a una nueva configuración del espacio. Por otro lado, la defensa natural de la peligrosa bahía mantuvo protegida a la ciudad, aun cuando el gasto militar era nulo y la fortaleza una ilusión. Pero el éxito del control comercial también significó su caída: se crearon monopolios que incentivaron la corrupción y los fraudes, cuestión que se agravó con la constante amenaza de los corsarios y la piratería.

El último traslado de la ciudad a las “Ventas de Buitrón” puede leerse como un intento desesperado por mantener el control comercial, aun a costa de la prosperidad de la ciudad.
Ésta fue la intención al construir la muralla. Para los arquitectos y estrategas militares de la Corona no importaba si al pasar la efervescencia causada por las flotas y la feria de Xalapa, Veracruz volvía a quedar sumida en el silencio.

UNA CIUDAD HECHA DE MAR Con el control del puerto el rey mantenía una tensión constante entre los comerciantes europeos y los fuertes intereses mexicanos.

De esta tensión dependía el poder de España frente a sus rivales europeos. No obstante, el equilibrio entre los intereses novohispanos y europeos sólo era posible si la ciudad de Veracruz se mantenía como el punto de llegada y de partida sin importar donde la trasladaran. La existencia de Veracruz era una necesidad para el Imperio, no sólo por lo impenetrable del litoral donde no había otra entrada en el mar que conectara al Viejo Mundo con el centro del Virreinato, sino porque el puerto, además de ser un punto para la defensa, cumplía la función de “filtro”: la demanda de mano de obra en un lugar tan agreste sólo era satisfecha por los inmigrantes ilegales, tránsfugas, mestizos y esclavos. Rodríguez argumenta que ahí se asentaban todos aquéllos a quien la sociedad no era capaz de integrar.

Este lúgubre paisaje comenzaría a cambiar con la reactivación de la economía colonial y los procesos de modernización y libre cambio. En este nuevo periodo Veracruz experimentó un auge que la llevaría por fin a disfrutar los beneficios de quienes hacían sus fortunas en el puerto.

De manera que la “ciudad hecha de mar” se convirtió en el lugar de resistencia que experimentó los daños más atroces durante la Independencia y las guerras civiles de la primera mitad del siglo XIX. La recuperación no pudo iniciarse sino hasta que las políticas modernizadoras del Porfiriato empezaron a ganarle la batalla al mar.

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